sábado, 6 de septiembre de 2008

Charleston (Carolina del Sur), 1859, color caoba, el Great Eastern

Era una judía de las buenas, ¿sabes? Ojos aviesos, boca grande y qué decir de su nariz. Se había escapado de casa de sus padres y se había venido a este barrio. De eso hacía ya muchos años, pero antes de la guerra ella seguía pensando que era joven y fresca, chico, a veces en este trabajo eso es lo mejor.
Ese invierno Charlie ya nos había prohibido hablar de política, y teníamos orden de no preguntar y no oír. Pero ya sabes que las judías son unas bocazas y al final siempre se hablaba de lo mismo, se rompían botellas y ella gritaba algo de la diáspora y que sólo los judíos han sido esclavos. O a lo mejor no decía eso, ¿sabes? Pero lo que sí es cierto es que tenía una bocaza bien grande, y no le rompieron tantos dientes como merecía. Al menos yo sólo le rompí dos. No es que me cayera mal, soy muy tranquila con estas cosas, pero cuando charlie dice que no hay que hablar de política es que no hay que hablar de política, y bien lo sé. Por alguna razón, tú que vas a la universidad lo sabrás algún día, cuando los hombres os encrespáis hablando de política acabáis pagándolo con el culo de la primera fulana que encontráis, que suele ser vuestra mujer, pero a veces nos toca a las demás.
Ella se emborrachaba, hablaba de la unión y a la mierda los esclavistas o al revés, según a quien tuviera que cabrear, y zás, como ella era de cadera estrecha las que teníamos que ponernos en pompa éramos nosotras, y ¿sabes? no es agradable descubrir que hasta el great eastern con todos sus tripulantes puede entrarte por el culo.
Pero charlie era un gilipollas, como todos los chulos, y estaba colgado de ella y la dejaba hacer y deshacer. Pobre imbécil.
Igual debería darme pena, pero no me la da. Charlie era simpático pero un hijodeputa y merecía lo que tuvo, igual que ella. A lo mejor pude quedarme a apagar el fuego, pero cuando la vimos caer sobre el brasero mientras le ardía la falda, Margaretha y yo corrimos tanto como pudimos. El pobre diablo se quedó dentro mientras ella corría por el salón, convertida en una tea.
Aún me acuerdo del olor de la madera ardiendo, ¿sabes? Fue lo mejor que le pasó a ese antro.



para Daddy Cool

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