viernes, 30 de noviembre de 2012

Pétrea( )facción.

Alguien llega por la espalda y despacio me despliega los brazos. Con gestos secos, comedidos, me va partiendo los huesos largos y triturando los planos. Cuando ha terminado éstos se desperezan y van reptando por el túnel a oscuras hasta desembocar en la caja torácica, cayendo con ruido de cant(ic)os rodados. Allí se organizan en una corriente ascendente que llena el espacio. Las piernas se van hundiendo en esta caverna con lago de trozos de hueso; la cueva de costillas reposa sobre el suelo. Las dos columnas se quiebran por planos y las láminas aletean y se desprenden, sin enturbiar el curso se van redondeando. Cuando ya todo es esférico y duro, apenas lubricado por aquello fluido que alguna vez tuve, la piedra primigenia se pega a las costillas y las deja deshacerse. Por fin dejo de ser un saco de agua y me convierto en algo parecido a un huevo fúnebre. Soy el futuro extinto de los dragones, hecha de polvo ordenado en cristales. No soy (más) que la génesis de mi (des)tierno (y) sepulcro.