jueves, 8 de junio de 2017

Severo boreal

Un leve cambio y ¡zas! la última luz del oeste golpeará el hospital, atravesándolo sin que os deis cuenta. El pigmento, primero el rojo ladrillo, después el verde y así hasta el negro, se arrastrará en la corriente de luz abandonando poco a poco todo lo sólido. Para las 22:00 las paredes de todo el centro serán transparentes, como de cristal. Los pacientes verán a los ingresados en las habitaciones vecinas y a los familiares de la habitación de abajo que les señalan; la enfermería oteará para buscar a lo lejos a sus compañeros de antes de los traslados; mantenimiento irá de un lado a otro debatiendo si la pérdida de pigmento cuenta como avería o no. Todos palparán con las manos este nuevo material que no se mancha, no deja la marca de la palma, hasta repele el contenido de esa cuña arrojada con rabia. Tras las paredes vendrán los objetos. Los colores desparecerán de las camas, de las vías; los quirófanos dejarán de ser madrigueras verdes para convertirse en linternas que ciegan si las miras. Hacia las 04:00 todo será transparente salvo los fluorescentes y la carne de ingresados, acompañantes y trabajadores; indistinguibles entre sí salvo muy de cerca, cuando la ropa se pueda identificar al tacto. Las cicatrices sólo aportarán información si son muy recientes. A las 07:00 la luz del este irisará las paredes, pero del agotamiento nadie le pondrá mucho interés. Los tabiques estarán algo abombados, convertidos en trabéculas finísimas que se adaptan al dedo que las toca, como las pompas de jabón. Y en efecto antes del cambio de turno estallarán en cadena, dejándonos a todos suspendidos un instante en el aire para después caer, formando una montaña informe de cosas y humanos, sillones y enfermos, instrumental y acompañantes, sanitarios-trabajador y sanitarios-retrete, todos apilados sin que se distinga carne de tela o piel de plástico, arriba de abajo, sano de enfermo,
futuro de pasado.

martes, 21 de marzo de 2017

Alta voluntaria

Donde una puerta se cierra otra se abre. Estas camillas lo saben bien, que les crujen las bisagras sin parar. Si uno aguza el oído puede sentirlas, allí donde parece que sólo hay colchones, pero no, que no os engañen. Se abren hacia dentro y el incauto que está tumbado rueda hacia un lugar donde nada tiene nombre y se agolpan miles de almas, pugnando por volver al mundo de los vivos. De entre el tumulto siempre sobresale uno que consigue atravesar la puerta, quedándose dentro del cuerpo del pobre que recién cae. Se retuerce para disimular un poco, carraspea, quizá pide la cuña. Está ensayando su nueva voz. El cuerpo a ocupar suele ser de alguien anciano y uno tiene que hacerse a la nueva identidad. No vaya a ser que le pillen y le manden de vuelta a ese lugar atestado, lleno de gente impaciente. A veces el alma viene de otro lugar del mundo y no entiende el idioma, o viene de hace un milenio y no entiende los objetos. En esas ocasiones dejan la mirada fija y no emiten ni un sonido, tratando de captarlo todo, mirándose las manos, retorciendo los pies, tratando de recordar qué nombre tenían en su lengua o en su tiempo. Aunque tras mil años en ese lugar donde la guadaña corta palabras y no almas poco pueden recordar. Lo que sí que saben, con terror, es que podrían 
caer otra vez. Buscan a tientas un picaporte pero saben que no hay en ninguno de los dos lados, que la puerta se abre de golpe y sin avisar cuando las luces se apagan, aprovechando el instante en que nadie está mirando. Y al verse indefensos se revuelven inquietos, piden que les levanten el cabecero, que bajo ningún concepto pongan la cama horizontal. Se sientan, con las piernas colgando, sabiendo que ese colchón es una trampa con forma de trampilla y que si va a haber tramposos, mejor que sean ellos. Y se juran cuidar ese nuevo cuerpo para no volver a enfermar, para no tener que volver nunca, a esas camas, a esas puertas, a esa carcoma.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Depilación


Se conocieron en un bar (o una feria de ganado, un desembarco de galeones, el final de la cosecha). Se enamoraron al instante y él, todo púlsar, propuso ir a su casa (o a un establo, a un callejón del puerto, a una era). Ella negó con la cabeza, bregando contra todas sus cadenas. “No estoy depilada”, dijo, “hoy no puede ser”. Ambos partían al día siguiente (a la vuelta de sus erasmus, a genocidar continentes, a la guerra contra los bárbaros). “No me importa, te lo juro” dijo él. Lo creía. “Sí te importará y además me importa a mí” contestó ella, “mis cadenas están dentro del cráneo y miden su tiempo en Tierras”. “Te juro que no me importa, déjame demostrártelo”. “No. No puede ser”. “Qué puedo hacer para convencerte”. Ella rió mientras se daba la vuelta, “abole el patriarcado”. Él se fue del bar a lomos de un caballo blanco con toda su hombría decidida a matar al dragón-nombre-del-padre, que le daba de comer, de pensar y desear. Recorrió discursos y naciones hasta entender que patriarcado vertebra a todos y no se le derrota a lomos de un caballo. Se volvió antiespecista. Deconstruyó su género y sus pulsiones y se arrodilló ante sororidades renegando de su estirpe. Comprendió el consentimiento y se arrancó un diente por cada vez que lo segó. Deambuló durante años desdentado, sin recordar el origen de su misión. Pasaron años y volvieron a encontrarse. Por puro azar, pues no encontró el camino de vuelta a la torre. Se había disuelto, como se habían derretido las constelaciones que le guiaron. No podía, quería o sabía ser el caballero que matara a un lagarto demonizado; había erradicado el recuerdo de cada padre y no tenía anhelo alguno de imponer su deseo a una igual. Se miraron frente a frente. Para él ella ya no era su materia oscura, su mochila parlante de Fedro, su Edward Mordake, su bloque socialista cebando sus propios derechos sociales. Ahora de verdad no importaba el pelo de nadie salvo el que sirviera de mecha de los molo-tónic-ov. Pero reparó a la vez que nosotros en que se había perdido lo interesante. Mientras rastreábamos bostas de caballo blanco a la zaga del enésimo héroe ella había puesto a girar los eslabones internos que la sujetaban y había transformado la física de los lenguajes. Sin moverse, o quizá sí (nos lo hemos perdido) había vuelto y era naciones. Mientras los demás iniciaban la deconstrucción que en diez generaciones acabaría con el patriarcado ella lo había deflagrado y defecado sobre sus cenizas. En aquel segundo bar (o cadalso, o trinchera, o sesión de investidura) caminó sobre los restos del pazguato sin recordar aquella tarde. Áltera, como sólo podemos verla los esclavos. Demasiado lejana como para seguirla. Indistinguible de un fenómeno atmosférico.  

sábado, 26 de marzo de 2016

Sepulturero adjunto, muerto residente



Ahora ya todo encajaba. Las dos piernas. El brazo suelto, el brazo unido. El cuello y la cabeza por fin rectos. El cierre casando y los ojos, cerrados, a la altura exacta de la mirilla. Para qué la harán, pensó. Quizá por dentro sea un falso espejo. Por si el muerto abre los ojos, que no vea quién falta al funeral. Que se vea a sí mismo en la oscuridad que le queda. Estaba siendo una mañana desagradable. Había tenido que pedir un hacha a los de mantenimiento, que le habían llevado una sierra. Va mejor, dijeron. Cada día los ataúdes más pequeños y los muertos igual de largos que siempre. Recortes y recortes. Tiempo atrás había venido el servicio de Mortalidad Preventiva y habían dictaminado que pronto no se podrían responsabilizar de esos ataúdes. Esta morgue así no puede funcionar, la precintamos, hasta con lacre si hace falta. Nos da igual lo que se enfaden los sepultureros. Cuánto tópico sobre los sepultureros. Por tradición, el sepulturero siempre ha sido residente. Pero ahora hay sepultureros residentes que a los cuatro años son sepultureros adjuntos. Nadie entiende nada. En cualquier caso ataúdes minúsculos para los muertos de siempre. Menos mal que la gente no crece. Imagínate que en los próximos cien años los niños se pueden nutrir y se ponen a crecer como si no hubiera un mañana. Los muertos aún más grandes y los ataúdes cada vez más recortados. Y los preventivistas lacrando morgues y los cadáveres acumulándose. Y los residentes sin aprender.

jueves, 14 de enero de 2016

Toma, es gratis

Voy a cultivar un agujero negro en esa cafetera. La llevaré al metro temprano, a la hora que bate más fuerte el sueño, y lo iré sirviendo en vasos desechables, con la mejor de mis sonrisas y alguna de mis cirrosis. Cuando baje, el vagón estará vacío. Los que acepten el café negro de una desconocida rodarán a través de esa trampilla y caerán al sótano de la física, escurriéndose desde la boca, como dándose la vuelta al beber. Y llegarán a un lugar seguro y honesto, que les absorberá de golpe, llevándoselos enteros, con piel, sentidos e ideas. Sin dejarles ir a esos puestos donde un coladero negro, perverso y mentiroso, les iba a dejar el cuerpo en su sitio mientras les succionaba la vida, hacia un lugar del que no escapa nada, ni siquiera la luz. 

domingo, 3 de enero de 2016

08:10:01

La menor de las Zada se queda despierta cuando Shere sale de casa camino del trabajo, el domingo por la mañana. Al entrar al metro sólo hay un par de personas en viaje de ida. En el vagón del primer trayecto hay tres o cuatro borrachos que no parecen conocerse entre ellos y duermen sin molestar. Shere atraviesa la estación en la que transborda, con los pasillos vacíos, llenos de luz, con el suelo pulido, los fluorescentes firmes y las paredes limpias. A otras horas u otros días hervirá de gente, pero en su franja nadie hace su mismo recorrido y camina sola. Como casi siempre, al comenzar el pasillo más largo oye unos graznidos en el otro extremo. Pulsa el símbolo del micrófono para grabar el sonido ambiente y mandarselo a Donia. Donia desde la cama envía un icono resignado. El pasillo es largo, muy largo, y aún no se les ve. Tras ella no viene nadie y no hay ni un solo interfono hasta que llegue al andén al que va. Aunque tampoco lo cogería nadie, supone siempre. Aparecen. Son cinco, de edad indefinida, unos veintialgo, diría, y andan tambaleándose, gritándose y riéndose. Le manda el segundo audio a Donia. Ojalá pudiera uno hacerse invisible, escribe ella. Pero a lo mejor son de los que no hacen nada, hay muchos que no hacen nada, pone. Casi nunca hacen nada. Mantiene el móvil como tecleando pero les hace una foto. Se la manda a Donia pero los datos tiemblan y no termina de enviarse. La ven. Se acercan a ella vociferando. Shere se escabulle hacia la pared, pero la rodean, muy ágiles para lo borrachos que parecen. Shere grita pero se la oye menos que a ellos. Vente con nosotros de fiesta, dicen. Uno le pasa la mano por los hombros, vente que vamos a mi casa. Shere se intenta zafar, con la mano aferrada al móvil, sin saber si se está enviando el audio o no. Que tengo que ir a trabajar, chilla. La sueltan de golpe. Ah tía, haberlo dicho. Se olvidan de ella en cuanto sale de su campo visual. Baja a su andén. Hay 32 mensajes de Donia sin leer. Estoy bien, dice Shere. Donia dice que ha intentado llamar a la estación pero nadie coge ese número. Ojalá se caigan por una escalera y se hagan una lesión medular, escribe Donia. Lo dicen a menudo. Shere entra al vagón y escribe mira, hoy en el combate pokemon proletariado gana a patriarcado. Se ríe mientras va dejando de temblar. Podría acabar de una vez, dice Donia. ¿Cuál? Cualquiera. Piensa en cómo olían, en sus caras, en si se acordarán de ella y si lo hacen qué contarán. Conocimos en el metro a una tía que estuvo a punto de venirse con nosotros tío, perfecta para Salva, tío, anda que no habría estado bien, pero estuvo que si sí que sí no y al final se fue a trabajar, la muy puta, tío. Podría acabar el patriarcado, piensa Shere, pero que acabe mañana. Hoy prefiero cinco lesiones medulares. A la vez, contra un escalón. No es tanto pedir. Solo un día más, mañana el patriarcado fuera. Detrás de la cabeza de Shere, en el cristal, hay a medio arrancar una pegatina de un centro social autogestionado. Por la abolición del trabajo asalariado, pone. Ya casi no se lee.

lunes, 5 de octubre de 2015

Año 2037

Se cumplen 16 años de la creación de los Queipos, coincidiendo geográficamente con los antiguamente llamados "barrios". Desde la liberalización de la Justicia (Ley Gallarda 2021) los Queipos ricos se caracterizan principalmente porque todos sus habitantes disfrutan de tarifa plana judicial, garantizándoseles plenos derechos y servicios. En un primer momento en los Queipos pobres los habitantes pueden adquirir bonos de diez derechos, que cuestan aproximadamente un año de salario (dos, si no se restringen a una categoría concreta). Estos bonos, sujetos obligatoriamente a un título físico no nominal y que cada habitante debe acarrear constantemente consigo son frecuentemente robados (de habitual con violencia) por lo que sólo el sector físicamente más capaz puede permitírselos. Dado que es a la vez el sector capaz de imponer por la fuerza sus propias normas (las Fuerzas de Seguridad sólo velan por los poseedores de Tarifa Plana de Justicia y por el no tránsito entre Queipos), esos títulos se hacen virtualmente inútiles, fracasando los intentos iniciales de mercado negro de protección jurídica, al no tener ante quién ejercerla. Tres años después de la Ley Gallarda el sistema de Justicia Pre-pago desaparece por completo. En un primer momento la facción ideológica imperante en los Queipos pobres (sector en Pro de la Literalidad del Lenguaje) defienden la liberalización de la justicia puesto que los derechos son, por definición, de derechas; y no puede asegurarse la existencia como tal de "derechos humanos", concepto eminentemente socialdemócrata.
Durante los dieciséis años siguientes los Queipos con justicia de pago se convierten progresivamente en ghettos. El superávit de médicos, arquitectos e ingenieros permite en un primero momento una estructuración social paralela a los gobiernos de los Queipos ricos; re-apareciendo las cajas de ayuda mutua protosindicales. Sin embargo se observa durante los primeros diez años que no cuaja un funcionamiento comunitario real que acabe con el régimen segregacionista porque el patriarcado se halla demasiado arraigado en los Queipos pobres, que someten físicamente a las mujeres a la par que pretenden unidad profesional con ellas. Fruto de una revolución sexual incompleta y de permeación baja, las mujeres de los Queipos no alcanzan una capacidad de respuesta común frente al patriarcado lo cual fractura cualquier intento de frente social: si bien la explotación sexual y las violaciones sistemáticas son constantes en los Queipos pobres, los años conocidos como Ilusión Humanista (datados entre la publicación de El Capital (1867) y la promulgación de la Ley Neolingüística Germánica (2022)) sí generaron suficiente conciencia entre la población (tanto hombres como mujeres) como para entender que la esclavitud sexual es contraria a cualquier revolución. La homosexualidad y los fenómenos de alteridad de género, como sucede en periodos de crisis, han vuelto a la invisibilidad, no se enuncian, y por tanto no se reprimen porque no existen
Así, entre los Queipos ricos y los desprovistos de derechos se establece un tráfico ascendente de trata de blancas y una dinámica de violaciones sistemáticas que pulverizan todo intento de revuelta. En los Queipos ricos dicho tráfico ascendente (especímenes femeninos seleccionados en los Queipos pobres y disfrutados en los Queipos ricos) es defendido como un precio necesario para evitar la pederastia y mantener la convivencia digna en los Queipos ricos, en virtud de la Doctrina Astray, promulgada en 2025 con un apoyo masivo poblacional. Dada la caída drástica de la natalidad en los Queipos ricos y el auge de abortos clandestinos en los Queipos pobres (perseguidos con asesinato dentro de los propios Queipos) la Doctrina Astray prohíbe en los Queipos ricos la actividad sexual femenina de fines no reproductivos, dejando opción a las mujeres a trasladarse a Queipos pobres si desean una sexualidad libre. La inexistencia de mujeres que soliciten ese traslado se utiliza en 2027 para reformular la Doctrina Astray reforzando los aspectos limitadores en pro de la natalidad. Desde entonces, las mujeres de los Queipos ricos, en tanto que medio de producción, han de estar administradas por una entidad privada que se encargue de su explotación reproductiva y nutricia.
En los Queipos pobres, especialmente en los círculos abortistas clandestinos, se habla de Queipos utópicos donde la explotación sexual carece de orientación de género y se aplica literalmente la ley del más fuerte; la creencia ideológica en la posibilidad de dicho sistema añade que dicho régimen que otorga el poder a la fuerza física, en tanto que poseedor de coherencia interna sólida, generaría menos desigualdad y tensión social, proporcionando una situación estable y no en perpetuo estallido violento pese a ser injusto (término en desuso). Sin embargo la necesidad imperiosa de discreción de dichos círculos abortistas para priorizar la labor asistencial impide la promulgación de dichas ideas, a su vez profundamente rechazadas por el sector en Pro de la Literalidad del Lenguaje.
El patriarcado se convierte así en la gran salvaguarda del sistema neoliberal que ha hallado su gran baza para perpetuarse: aplicarse literalmente y deslocalizar no sólo los medios de producción sino los mismos conceptos de humanidad y sistema. Asimismo tanto la lucha de clases como la lucha contra el patriarcado, por separado, podrían revolcar el neorégimen neoliberal, sin embargo al no ser capaces de imbricarse, se anulan entre sí. De este modo, la potencial lucha de clases en los Queipos, que sí ha sido capaz de asimilar las reivindicaciones históricas en contra del racismo o la xenofobia es incapaz de dar cabida a la lucha contra el patriarcado en tanto que se niega a asimilar esa lucha como propia y consideran neoliberal la reivindicación de las mujeres sobre el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Estos enfrentamientos intraQueipos desaparecen progresivamente a lo largo de los años siendo gradualmente sustituidos por el fenómeno de Psicotización de Masas, que describiremos más adelante. Para 2037 sólo persiste la enunciación del sector Pro Literalidad del Lenguaje que asume la falta de contenido en su discurso, más allá de la propia resistencia contra la ley 2022.
La respuesta natural al patriarcado violento, el akelarre, queda entonces limitada a la realización de abortos, sin capacidad de enunciarse a sí mismas como akelarre o tan siquiera como "respuesta"; esta inhibición obedece fundamentalmente a la alfabetización parcial masiva (capacidad de lectoescritura generalizada pero no de pensamiento analítico) y al auge magufo del s. XX que ridiculiza toda respuesta arcana al poder, asimilando arcano a falaz. Tras la ley 2022, o Ley de Neolingüística Germánica, se han vuelto virtualmente inaccesibles las teorías establecidas a final de los años 10. En éstas se postulaba la creación deliberada de las pseudociencias como un instrumento del capital para anular cualquier discurso crítico con el poder, asociando indisolublemente las falacias y majaderías homeopáticas con los planteamientos cuestionadores, por más que estos últimos se fundamentaran en datos sólidos. Así, en 2018 fue promulgada la Ley de Prescripción Empresarial, que prohibía bajo sospecha de defensa de la pseudociencia cualquier evaluación sistemática de tecnología sanitaria. En los dos años siguientes este proyecto piloto (Doctrina Galaxo) se extendió del campo de la sanidad (actualmente Corporaciones de Consumo de la Salud) a la explotación agropecuaria, el diseño industrial, etc; que dinamitaron (literalmente en lo que las universidades se refiere) la mayor parte de las funciones del estado. Esta medida es inicialmente aplaudida por la comunidad científica, sin ser capaces de ver que el objetivo de la ley no es acabar con la pseudociencia (su propio señuelo) sino con la gestión no lucrativa del conocimiento.
Se entrega entonces el control y supervisión de la investigación y desarrollo a las Corporaciones de Comunicación, que comienzan su mandato desmantelando los vestigios de sistema sanitario, destinando todos los recursos humanos y materiales a la "cura-del-cáncer". Tras los primeros traslados obligatorios a Queipos pobres de disidentes ("Desafectos a la Ciencia"), la comunidad científica acepta su desmantelamiento y el nuevo Paradigma Publicitario por más que carezca de fundamento científico (según el paradigma anterior). De modo paralelo a los Queipos-utópicos-no-patriarcales se habla de la existencia de los "círculos Virchow" que pretenden mantener el conocimiento-no-liberalizado; si bien no se ha podido confirmar su existencia ni, en tal caso, su éxito en tal labor. Las Corporaciones de Comunicación expanden este modelo a la industria y la economía, acusando a cualquier teoría económica no liberalizadora de carecer de conocimientos matemáticos básicos y achacando cualquier experiencia positiva basada en el espacio público del s. XX en falsa estructura para enmascarar redes de pederastia. Dicho revisionismo cuenta con un apoyo masivo de la población, especialmente a partir de la desaparición de casos de pederastia en la Iglesia Católica coincidiendo con su reformulación en Corporación Empresarial Eterna.
Este desmantelamiento del conocimiento tal y como se comprendía en la Grecia clásica y la difusión del mismo en torno a las Universidades de Modelo Medieval, presenta su golpe de gracia en 2022, con la ya citada Ley de Neolingüística Germánica, que sostiene que en tanto que todo concepto es un nombre propio, es por ende patentable. Se reconciben entonces las bibliotecas (que pasan de ser públicas a panempresariales) como Índices de propiedad empresarial. El movimiento en Pro de la Literalidad del Lenguaje se constituye entonces en un principio en contra de esta ley, si bien progresivamente pasa a defender la capacidad del lenguaje de regularse por sí mismo en tanto que se cumplan sus propias normas estructurales. Toda plataforma de reivindicación hasta dicha fecha queda absorbida por este movimiento, que promulga abandonar las formas clásicas de protesta (manifestaciones, huelgas, desobediencia civil o terrorismo) en pro del único instrumento que trasciende a la privatización del lenguaje, el propio lenguaje.
Los intelectuales de los Queipos ricos se enfrascan a su vez en la Interpretación de la situación. Si todas las discusiones universales son reducibles a una discusión entre un aristotélico y un platónico, se trata de aplicar a la nueva sociedad de Queipos la diatriba nietzscheana vs marxista, amparándose en el mismo fenómeno. Los Índices Panempresariales se mantienen, en un homenaje al pasado (denominado por las Corporaciones de Comunicación como "emotivo y humano"), como espacio físico para dichas discusiones, que durante la década 2021-2031 se centran particularmente en cuántas asambleas podrían haberse celebrado durante la década 2005-2015 en la punta de una aguja; o en la presencia o no de sujeto de derecho en las mujeres, en tanto que fácilmente violables y explotables en cualquier momento y punto de la historia. Dichas salas de debate en los Índices están abarrotadas, considerándose de honor en los Queipos ricos que al menos un miembro de cada unidad administrativa (previamente catalogadas como familias) se dedique en pleno a las mismas. 
En un primer momento tras la segregación dichas discusiones se retransmiten para los Queipos pobres en formato audiovisual, sin embargo a medida que la violencia se extiende, los habitantes pobres pierden interés por dichos medios audiovisuales. Las Corporaciones de Comunicación se limitan entonces a organizar la trata ascendente de blancas y a controlar el tráfico de tabaco, pseudoanfetaminas infantiles y bebidas estimulantes, consumidas masivamente en los Queipos pobres. En un informe hallado por esta Comisión realizado por un hipotético Círculo Virchow (del que no tenemos suficiente constancia) en los primeros años de la década 2027-2037 se describe esta deriva de consumo en los Queipos pobres como Psicotización de la Masa Oprimida; postulando que dicho consumo masivo de estimulantes es realizado a cargo de la población oprimida que no es capaz de asumir el rol violento contra sus congéneres y sufre una fractura de pensamiento grave quedando reducida al automatismo básico, en contraste con los habitantes que aprovechan la situación violenta para el disfrute de las pulsiones sádicas propias, hasta entonces inhibidas. Dicho postulado podría ser contrastado con el planteamiento desde los círculos abortistas, si bien el principio pragmático asistencialista arriba descrito hace poco probable una posible colaboración de los mismos con este equipo.
Continuará.

jueves, 1 de octubre de 2015

25 años de Ley Coolidge

Desde que en 2025, en el cénit de aquellos cuerdos años 20, Coolidge enunciara su famoso discurso-y posterior ley homónima, han pasado ya 25 años. 

Cuestionada en sus inicios, dicha ley, que obligaba a las mujeres a reproducirse exclusivamente a los 17 y a los 25 años para garantizar la estabilidad Empresarial, tuvo unos efectos innegablemente beneficiosos en la economía. No hizo falta esperar, sin embargo, para que la ley Coolidge gozara de amplio respaldo por parte de los empresarios del conglomerado E.S.P.Ñ, por entonces “estado español”. Lejos quedan aquellas protestas iniciales, sumidas en nostalgia vigesimónica, pidiendo que las mujeres decidieran su calendario reproductivo, incluso por encima de las necesidades económicas. Dicho planteamiento, a todas luces naïf a día de hoy, cabía en un tiempo donde aquella única empresa, “estado”, generaba una impresión de homogeneidad entre habitantes, sin distinción entre empresario-técnico. 

En los años previos a la Ley Coolidge ya se intuía, sin embargo, que las mujeres rara vez alcanzaban puestos de responsabilidad, e incluso escogían puestos técnicos, pese a la necesidad social de crecimiento económico, para poder reproducirse de forma espontánea. En justicia, es preciso aludir al escaso nivel de conocimiento económico de la población hasta la disolución del antiguo “sistema educativo” y la creación de los programas formativos cuna-oficina. El fracaso estrepitoso de las políticas de “conciliación”, término por entonces exento de las actuales connotaciones jocosas, preparó el terreno para Coolidge y el resto de post-cientificistas de su generación.

Coolidge, que comenzó su carrera como periodista y bloguero, saltó a la fama como el catalizador del movimiento masculinista, que estableció las obligaciones para con la empresa de los habitantes, culminando la reorganización formativa de los técnicos liberando a la empresa de ausencias engorrosas al recaer el mantenimiento doméstico en las menores de 17 años, inútiles para otra tarea por su escasa formación, y al poder prever las desapariciones de las mujeres fértiles. 

La bonanza financiera de E.S.P.Ñ. nos permite soñar con los beneficios que aún tenemos por ver en los próximos 25 años, en una sociedad por fin dispuesta a crecer y a dominar el siglo XXI. 

sábado, 11 de julio de 2015

Sonata estival

Están a punto de comer, aunque no huela a comida. No han hablado en toda la mañana y probablemente sigan en silencio hasta la noche. El sol cae como un yunque sobre el pasto y el camino. Las tablas de la casa crujen, intentando hacer respirable el aire. En la cocina, la mujer mira por la ventana mientras retuerce el tirante de su vestido entre los dedos. Lo hizo ella misma, de una tela color almendra con flores moradas, diminutas. De espaldas no parece que esté embarazada, aunque quizá es porque es alta y no por el vestido. Su marido entrará en breve y comerán, el día estará partido en dos y quedará un poco menos para que acabe el verano. Su madre baja las escaleras y guarda las escobas. Sin hablar, apagan el fuego dejando el arroz y las patatas casi crudos, por no aguantar más el chisporroteo. El marido entra por la puerta y el salón se llena de polvo, aunque se ha sacudido fuera. Se sientan a comer, masticando en silencio. La madre come estirada para que el cinturón del vestido no le roce. Bajo la tela verdosa tiene unas llagas que no le enseñará al médico hasta que él no pueda sentirse mal  por no tener ninguna solución para ofrecer. Ni su hija ni el marido de su hija las han visto, pero si son como las de su hermano, tardarán aún cuatro o cinco años en vérselas; es una familia de muertes lentas. Ella se toca la tripa a tensión, parece que sorprendida por una patada, y pregunta por el gato, al que sólo ven de noche. La madre no le ha visto. El marido sí, tumbado bajo la casa, detrás de los aperos. Ella comenta que le echa de menos. Vuelven a callarse hasta que la madre guiña los ojos, mirando por la ventana. A lo lejos, la polvareda crea un túnel sobre el camino. Parece que viene alguien, a los tres se lo parece. Según se acercan lo confirman, son ellos otra vez. La madre vuelve a romper el silencio. “Hay que hacer algo. Hay que hacer algo de una vez.”. Los tres asienten.

Por el camino el pastor y sus dos ayudantes se crecen al ver cada vez más cerca la más apartada de las casas. El pastor prende su sonrisa invencible al ver al marido bajar los escalones de la entrada. Aún está lejos para verle la cara pero al menos esta vez sí les recibe. Los acompañantes también jadean triunfales. Ven a la mujer mayor quedarse en el dintel. Franquean la valla desde el camino y el pastor lanza la mano hacia el marido para estrecharla con todo el entusiasmo del que dispone. Uno de los acompañantes da un alarido. El pastor se desencaja y se queda con la mano en el aire, rígido. El otro acompañante coge una pala tirada en el suelo y la estrella contra la cara del marido. La cara del marido sangra, como si sus venas no supieran que con ese calor debería evaporarse. La madre les mira desde el dintel, sin gesto alguno.

Desde el salón se ve a los tres religiosos mirando horrorizados a través de la ventana. El marido sigue de rodillas en el suelo y también mira hacia el salón a través del cristal. Ella está colgada del techo, cabeza abajo, sin un solo movimiento. Desde afuera no se ve el charco de sangre que le brota del cuello abierto, pero sí las piernas tan quietas que no dejar lugar a dudas.

Los tres religiosos se abrazan, rezando entre sollozos para que el bebé no fuera un niño.  

miércoles, 18 de febrero de 2015

Subumbrela

De entre los miles de métodos escogió irse colgando del cuerpo, a modo de losa, bastantes de las cosas por hacer que nunca haría. De este modo caminaba, con todo posible bolsillo cargado de piedras. Vestido por Gorgona, con bramante hecho de tentáculos de medusa, saturado de cantos de fecha vencida. Y así deambulaba, así así, perfectamente preparado, esperando al río lleno de lobos que aparecería en cualquier momento. 

domingo, 24 de agosto de 2014

Disclaimer

Disculpen el retraso. No puedo escribir antes, ahora, ni en el próximo después porque mis personajes aún no están desbloqueados. En este momento, aunque les intuyo, la maquinaria de sus antepasados está ocupada rellenando fotos, construyendo maldiciones y arrojando una a una las leyes de aquellos a los que ustedes leerán. Son entonces tiempos tristes, atados al aro del tiempo, porque aún no ha brotado el tumor que les deje entrar, displásicos y feroces, en la eternidad de ser vistos.
La gente tiende a pensar que lo importante son los genes, las proteínas transcritas y todo ese nitrógeno y carbono amontonados, girando y enroscándose entre ellos, arrojando más nitrógeno y carbono. Pero no. Al fin y al cabo todos esos amasijos engranados ya están rodando; y lo único que diferencia a mis personajes de tus hijos o mis bisabuelos es aquello que están diciendo ahora; las palabras que les están atravesando y cómo el lenguaje de estira y barrita con ellos. Así que cállate conmigo y agazápate aquí a escucharles deci(di)rse.

Terráqueo

En el mediodía de Atacama la luz es negra y la sombra es blanca. 
La boca es la calcinada y los dientes son de pulpa oscura, blanda y caliente. 
Podría ser un trozo cualquiera del espacio. 
Pero es el único en el que puedes tumbarte y dejarte escaldar. 

En su viaje de novios Escolopendra y Zerkalo viajaron a Atacama, se tendieron en el suelo y se dejaron abrasar. Al levantarse doloridos el humo que dejaron sus cuerpos había recorrido pársecs. Sus vísceras ya no latían a oscuras sino traslúcidas uno del otro. Cuando volvieron a su ciudad los otros seres-con-fauces no notaron nada distinto. Ellos sin embargo ya no estaban. Hasta su funeral fueron los mismos, una y otra vez; del mismo modo que las otras fauces al reír y al temer siempre eran las mismas. En algún monasterio oculto en la Indeterminación, unos monjes les copiaron cada noche a la luz de un candil. Su verdadero ser siguió yaciendo en aquel suelo seco, convertidos los dos en respuesta  de esfinge. 

martes, 13 de mayo de 2014

Halógeno


Manosea la esquela que pronto se deshará en copos de tinta y celulosa volviéndose ilegible. Paquito paquítez paquino, desaparecido hace 20 años, le damos oficialmente por muerto, ahora sí son ustedes viuda y huérfanos, como los jueces somos así, lo anunciamos en los periódicos. Le fascinan las esquelas, pero estas son insuperables. Como suele tardar en encontrar una nueva no debería gastarla, pero ha terminado el café y le queda tiempo para salir del bar. No debería haber pagado al principio y tendría algo que hacer ahora. Vuelve a leerla pensado en los veinte años atroces de unos desconocidos. No debería ser tan morbosa. No debería, no deber Ía, nodé vería. Resguarda la esquela insólita de sus propias manos y mira al tendido con aburrimiento. Cuando le sobra tiempo le sobran vísceras. Node ever Ian.

Un tipo ha entrado al bar, cansado. Se ha sentado en la barra y la luz le recorre sin saber muy bien qué hacer. Tiene el aspecto de no haber sido nunca guapo pero haberlo parecido siempre. Ahora el pelo es gris y los rizos le acercan más a las estatuas que a los pósters. Aún es de esa gente que puede permitirse la chaqueta de cuero y los vaqueros negros, capaz de sostener un cliché sin parecer imbécil. Esa gente con pátina digna, hagan lo que hagan, que a veces se hace frágil y parece ir a resquebrajarse, dejándoles en crudo. La luz del halógeno sigue vacilando entre mostrar a un tipo sucio o a un tipo elegante, a un melancólico o un narcisista ajado. Pide un whisky solo, sin hielo.

La certeza rebota desde la barra hasta la mesa y la inunda. Nada parece, todo es. De pronto uno se inflama en convicción y la materia gira más tranquila. Certeza para saber cuál es la taza hecha de cal viva y poder beber tranquila el resto de la vida. Certeza para saber cuál es la baldosa del suelo que se va a partir al pisarla, hundiéndote en una sima. La serenidad absoluta cristalizada en el cráneo. Pero no la usa para deflagrar sistemas sino que anda a zancadas hasta la barra.

- ¿cuánto?
- ¿cómo?
- que cuánto llevas limpio

Él se estremece aunque su ropa sigue quieta. Su hijo era pequeño, lo importante parecía aquel trabajo y lo aún más importante no divorciarse, aunque su hijo ahora pareciera otro, el divorcio al final fuera un alivio y a aquel trabajo sucedieran otros, igual de vacíos. Parecían decádas.

- siete años, ocho meses y catorce días
- no lo hagas

Él casca una risa entre los dientes aunque se oye un resoplido. Centauro envejeciendo a mulo. La luz está a punto de mostrarle para siempre como un cretino, deslustrado y ridículo. Pero aún le concede unos segundos.

- tengo algo mejor si no lo haces

El tipo se gira un poco, y algo de curiosidad de fósforo prende bajo el hastío. Ella se acerca más y en un solo movimiento le sujeta la cara y engarza las dos bocas. La boca del otro siempre está fría, piensa. Nadie les está mirando y no se miran. Sólo siente el frío en el otro y su cara escaldándose. Baja las manos y va arqueando el cuerpo hacia atrás; se sueltan a la vez. Vuelve a la mesa, coge el bolso y sale a la calle donde llovizna de lado. Él endereza la cabeza en silencio, como una esfinge entumecida.

Al cabo de un rato anda aturdido hacia la puerta, enciende un cigarro bajo el dintel e intenta fumarlo bajo la lluvia mientras anda sin mucho rumbo.

La luz ilumina el taburete vacío, el vaso lleno, el billete de diez que se sostiene de canto contra el vaso y tiembla con la corriente cuando se abre la puerta del bar.

jueves, 27 de marzo de 2014

Aquel locutorio estival


Van a dibujar tu piel en un papel y recortarlo muchas veces. Al desplegarlo harán una cadeneta de cosas que son tú. Podrían hacerla contigo, sin usar dibujos, pero se mojaría de sangre y de tiempo, porque sólo duraría un segundo, y después sólo quedarían dolor y vacío. Y ya hay suficiente dolor y vacío. La piel te la dibujarán lisa, como antes de estirarse y abombarse para contenerte. Cuando tu piel y tu cerebro eran lo mismo. Antes de desgajarse en estratos cutáneos y árbol de nervios. Si pueden, y podrán, te atravesarán la nuca con un alambre rígido y después tirarán hacia atrás para sacarte la médula y con ella, arrastrando, todos los nervios enramados, más y más finos cada vez. Al principio sólo aparecerá la médula entre las cervicales, gruesa y combada, negándose a salir. Como una serpiente apresada por mitad de su columna, rehusando ser expuesta. De tanto tirar no tendrá más remedio que asomar, con su aura de bifurcaciones irguiéndose como una cobra emperatriz el día de su coronación. Pero no será una serpiente sino tu médula. Engullida por todo lo que no es tú. Sostenida por otras cadenas, otras columnas, otros andamios, a cielo abierto. Verás entonces algo que se te hará extraño. Como si hubiera algo detrás de las palabras. Como si estuvieran atadas a más cosas. Todos los objetos perderán su función, serán simples palabras suspendidas por cadenas de otras palabras que nadie va a decir. Y no importará nada porque podrás ver todas las hileras, donde está explicado todo. El santo y seña para que las esfinges descansen, la reivindicación de las moléculas, el fraguado del bien y el mal.

Y entonces te preguntarás qué son ellos para ser capaces de haberte hecho esto y si quedará alguna forma de hablar para preguntarles.  

lunes, 13 de enero de 2014

Plúmbeo


Hoy han muerto en España unas mil personas. Tres de ellas delante de mí. Así que habrá unas novecientas, calculo, personas con las que sí querría estar ahora. En un sótano marengo, (en)callados, muy pegados unos a otros. Masticando despacio ciruelas de vidrio, pongamos morado, que iluminaran muy tenue y se volvieran friables entre las muelas, sin estorbar. En terco silencio todos, soportando las vaharadas amargas, hasta que la ropa casi dejara de picar y la materia girara despacio, muy despacio, dejándome en paz.  

martes, 31 de diciembre de 2013

Fratría


Me preguntó cómo se llamaban mis hermanos y por un momento me hizo dudar. Me envaré como se hace ante los desconocidos que miden menos que uno y mordí en su necesidad de saber algo así. Me dijo que tenía una colección de nombres. Que tenía mil setecientos cuatrocientos diez nombres. Y necesitaba los nombres de mis hermanos para seguir apuntalando los ladrillos de su casa a base de trozos de papel con nombres escritos. Se me puso el pensamiento viscoso y apenas conseguí cascarme en la garganta un - Pero muchos nombres se repetirán, ¿no?- que resbaló fuera de mí, impertinente y miserable. Mantuvo el rostro grave y asintió. Eso no importaba, porque la colección de nombres era más importante que esas cosas. Nunca tanto como entonces lamenté no tener hermanos. Allí estaba, delante de mí, y nada de toda mi historia servía para su misión. Para sus mil setecientos cuatrocientos diez nombres. Me explicó que siempre eran y serían mil setecientos cuatrocientos diez, desde que empezó la colección hasta que no quedaran más. Barboté que mis hermanos no habían existido y suspiró con la resignación del que ve catedrales derrumbarse. Le escribí mi propio nombre, que aceptó, encogiendo los hombros. Bajamos del autobús y se alejó; no le calculé más de ocho años. Nuestras casas estaban en la misma calle, la mía de repente mucho más hueca. Sin ladrillos protegidos por palabras, sin nombres, sin números imposibles. Y sentí, con franco alivio, que su casa era inexpugnable. Que nadie podía desbaratar aquello.  

jueves, 28 de noviembre de 2013

Dentro de cuatro horas, con la que ahora es tu luz

Huye pensando en Plutón engarzado a Caronte. El lugar frío, inerte y todo de roca y gas. El lugar a donde no te pueden perseguir. O donde quizá podrían, pero ya no quieren. El refugio donde no estás escondido. El lugar, lejano al sol, donde no existe el horror ni la vergüenza.

lunes, 8 de abril de 2013

Cállese imbécil


Se sabe de carámbanos de vaho,
De semen que fosforece si está caliente
Pero es que todo está caliente cuando brota por balazos

Es difícil, claro
es difícil que no salpique
Si en reverencia te ofrecieron la culata,
“Ordéname tu sicaria, le dije
Que ya lo soy y ya me ordenas
Dame pues piso franco para que francotire”

Y sin embargo me dijo que no

Deja entonces que esmalte las balas
Con los ojos que me he arrancado
Deja que enseñe los dientes
Que no me has dejado clavarte
¿suena típico? Lo sé
me quedo, a clan cerrado, nadando sin tabla en lo gris
y me miras de soslayo
con mi plástico naranja hinchable
para que me floten los brazos

Que cedí, y de ser, sí, seré la secundaria
Pero la secundaria que tira del telón abajo
A quién disparo ahora, si a ti no puedo

Me enseñó a bailar sobre las mesas
Enredada en tripas y gemidos
Me dio Aquisgrán y me llevó de cabeza
A ser la desquiciada de las fulanas del Pireo

Siempre está la opción de venderse a lo circense
Colarte en laberintos de gas,
Con azogues haciendo la luz
(llámalo espejos, llámalo luz de gas)
Y disparar todo el tiempo a tu reflejo
Buscar rimas estúpidas a tu nombre
Y recitarlas de conjuro extinguefuegos
aunque no sé si mereces ser mi fiebre
que si esto es un delirio lo prefiero más perverso


[espeleología yoica, circa 2004]

Sépalo de buena orquídea


Se enciende una levuz que mete la cabeza bajo la (ta)rima. La inconstante déjàzz, mira lá,nguida y sólo da un

La, Gar(gantade)del para contar(te) lo hondo
Alisio en las caderas para agrilletarte al suelo
Suelos sucios para verte lavar después (para que tengas dónde apoyar la siniestra cuando)
Moquetas limpias para que las imagines sucias de bromo
El 30, el 68 y todos los del boulevard de Adolfo López Mateos para que suenen lars campanas y verte y reverte al vederte, vede(r)tte, (de)vestida de verde, de bordada y devor(d)ada, y no decir nunca a revederte por tener el monóculo verde que se compró vegeta en un bazar de damasco cuando le despertaba el sol y el sol le tocaba y le poseía entero y el reía todos los días con el sol mane al amenorcer
dedos de alambre liso para no buscar con qué dejarte la nuca a punto de nieve mientras duermes
un alambre de filo esférico para cruzarme la mía y enrollarme la médula entera y tirar despacio y sacarme todos los nervios sin romper
y hacer serpientes con ellos para serte medusa cuando el pez Spa-da del calentador se amedrante y quieras ocas que echen a los antirrusos
y no flaquear por el juego y que tuvieras que extenuarte para conseguir tres peones
y no bavardear porque (me en)juegas y las corales se me hacen de hueso y tambaleo y bailo tango tan maaal
verte llorar del esfuerzo al llegar, no al subir
peso cruel pero ajust((qu)iciad)o
de absurdo cartuja andar pegada a las paredes sigil,osa del calefactor, que te desvista y lave ojos y dientes mientras un directo de rem(et moria) hace lo que quisiera el monasterio entero hacer(té)
el filo exacto donde hoy no es(tá(o)) de más, aunque ayer y mañana lo sea pero hoy lo necesitas para que esas tijeritas doradas dejen de roerte la karina
(quelas)heridas de guerra dignifiquen mis avenidas, por si quisieras venir a la vuelta del vert-lín(g)
algo con que deslumbrarte todos los días
para deleitar en tu plegado de yemas y piel
sin gota, me oyes, sin gota de hastío


[espeleología yoica, circa 2005]

Espeleología yoica, circa 2003

Ojos ajenjo
color
luz de gas

tu delirio es tremendo
y mi verde refulge en tus ojos ajenjo
color luz de gas

no necesito alas
me basta que parpadees
para oculta en tus pestañas
hacerte de musa vestida de verde

condado de Malasaña
noche de frío
absenta caliente

quiero tus ojos azules
para verme en ellos verde

viernes, 30 de noviembre de 2012

Pétrea( )facción.

Alguien llega por la espalda y despacio me despliega los brazos. Con gestos secos, comedidos, me va partiendo los huesos largos y triturando los planos. Cuando ha terminado éstos se desperezan y van reptando por el túnel a oscuras hasta desembocar en la caja torácica, cayendo con ruido de cant(ic)os rodados. Allí se organizan en una corriente ascendente que llena el espacio. Las piernas se van hundiendo en esta caverna con lago de trozos de hueso; la cueva de costillas reposa sobre el suelo. Las dos columnas se quiebran por planos y las láminas aletean y se desprenden, sin enturbiar el curso se van redondeando. Cuando ya todo es esférico y duro, apenas lubricado por aquello fluido que alguna vez tuve, la piedra primigenia se pega a las costillas y las deja deshacerse. Por fin dejo de ser un saco de agua y me convierto en algo parecido a un huevo fúnebre. Soy el futuro extinto de los dragones, hecha de polvo ordenado en cristales. No soy (más) que la génesis de mi (des)tierno (y) sepulcro. 

martes, 27 de marzo de 2012

Clom

El antiobsesivo se desliza por el tubo del suero. -Pásaselo rápido. El enfermero desliza la rueda y el fármaco entra en tromba en la vena crispada de K. Un bolo de clomipramina intravenosa para detener la maquinaria despiad-hada que ruge imparable detrás de su frente. La psiquiatra traga saliva. Algo en la mirada de K anuncia mal pronóstico. El cuadro clínico es muy simple y muy grave; una idea se ha hecho fuerte en su cabeza haciendo girar todo su pensamiento entorno a una imagen, sin control alguno. Una idea obsesiva que acapara y destruye cuanto trata de contenerla. Su cuerpo entero da vueltas a esa imagen, desbordado, y poco a poco está dejando de funcionar. No puede comer ni beber, vomita sin arcadas cuanto cruza su garganta. El habla se le ha desmoronado y sólo articula un leve murmullo; es inaudible pero la psiquiatra sabe bien qué repite, fue la primera en oír su historia cuando aún lo podía contar. La psiquiatra sale al pasillo y se refugia en el despacho médico, rezándole a Lacan porque no entre nadie. Coge una taza y se sirve café. Cuando va a llevárselo a la boca un fogonazo la detiene. Por un segundo cree ver en el fondo de la taza aquello que perturba a K. Tira el café por el sumidero sin beberlo y contiene las náuseas. Ahora sí, que no entre nadie.
Hace unas semanas K era normal. Hojeaba informes de autopsia antiguos en la biblioteca de la facultad, encargo del departamento, cuando lo leyó. Era la autopsia de un crimen múltiple que inundó los telediarios en su día, plagada de elementos perturbadores enumerados de forma gris, como en todos los informes de autopsia. Puro tecnicismo gris marengo, salvo aquello. Lo lee y un horror mudo se asienta en sus tripas y asciende poco a poco hasta anegarle los pulmones.
A los cadáveres mutilados les han arrancado las cabelleras de modo que los forenses, rutinariamente, les limpian el barro, las cepillan y asignan a cada cabeza; protocolo habitual. Pero en la melena que ha de corresponder a una de las chicas hay entreverada otra distinta, que no corresponde a ninguna de las víctimas. Algo se rompe dentro de K y los sentidos se le desencuadernan. Sus dedos pueden palpar esa cabellera de nadie, mojada y enredada, mientras alcanza a oler una intensa podredumbre. Casi escucha junto a su oído un chirrido, como si los mechones se escurrieran al tirar de ellos. Siente en la boca la textura del pelo enmarañado pegándosele a lengua y paladar. Y a partir de entonces toda la realidad cambia, como si las paredes y los suelos apenas pudieran sujetar una maraña infame y podrida que habita detrás de todo cuanto existe, aguardando a ser vista. El pavor le inunda. En su mente un atisbo de sensatez trata de decirse que es sólo pelo mojado, desagradable e inofensivo, que esto que le pasa no tiene sentido, que no es verdad, pero es arrollado por esa masa informe empapada que atranca el sumidero por el que debe eliminarse la locura.
La psiquiatra abre los ojos despacio, mirando con cuidado, comprobando que todo sigue igual. No se atreve a mirar la taza y sale de la planta farfullando alguna excusa menos ridícula de como se siente.

domingo, 22 de agosto de 2010

Beerlight. Dieta basal y constantes por turno.

A Klaus el H. le gusta contar que perdió el brazo y la pierna derechos al tirarse al tren y salirle mal, en vez de hablar de la diabetes mal llevada y el tumor diafisario que aquel abril le dio las buenas tardes. Además al hablar de tirarse al tren y salirle mal dejaba la puerta abierta a mutilaciones o a un bebé-cercanías vagando por el mundo huérfano de padre.
El resto de la banda había tomado el nombre de la manía de Quinquécandil de sujetarse el pelo con un trozo de venda, feliz consecuencia de una pertinaz carestía de cintas de pelo durante un festivo del verano anterior.
De modo que Klaus el Hemicuerpo y Los Heridos de Guerra se apostaban sobre el escenario dispuestos a ejecutar sumarios la enésima oportuniad de aportarle algo al arte, plantados fieramente ante la colección de síndromes con retraso psicomotor y sus respectivos portadores.
Y fue entonces y sólo entonces cuando una corriente de autoconsciencia y sensación de vergüenza y horror entró por la puerta, apartando a empellones al pasar a tres Downs hermanos vestidos de verde.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Finlandia, S.XII, plateado, barco

Un drakkar fue lo primero que aprendió a dibujar en la ceniza que salía de la lumbre, aunque nunca habia visto uno, ni lo vería. Su bisabuela Ola, que ya apenas sacaba las manos de entre las mantas de su rincón le había hablado de ellos en su oscura y resquebrajada lengua, tan temblorosa que la propia Sif dudaba de si sería capaz de reconocerla en una voz que no fuera de animal moribundo.
Y un drakkar es lo que veía en el horizonte sobre la nieve si guiñaba los ojos, el drakkar que ella se imaginaba cada día, donde viniera el mismo Odín a salvarlas, a Ola apergaminada entre sus mantas y a ella con sus horquillas convertidas en arcos y flechas en miniatura, en los que sólo cabían sus dedos.

La bisabuela Ola había dejado de salir de casa cuando los soldados entraron calmadamente a saquear granjas y altares, robándoles los dioses y los recuerdos. La bisabuela Ola vino huida de una guerra que asoló su tierra y desmembró a sus gentes, y la simple imagen de soldados avanzando a zancadas entre los cerdos bastó para encerrarla para siempre en su rincón, renegando de esta tierra de donde venían sus dos maridos muertos en sendos inviernos, y del marido de su hija, que murió ahogado en su propio vómito, y del marido de su nieta, convenientemente emborrachado cada noche hasta seguir el camino de su suegro.

Sif sólo acepta hablar en la lengua de la bisabuela Ola, y con algo de esfuerzo ha logrado dejar de comprender los gritos de todos los que no sean ella, a fuerza de desaprender lo que aprendió sin darse cuenta. En esa lengua las dos invocan cada noche al viejo Odín, que las rescate del tiempo que todo destroza, que ha traído a los cristianos a las tierras del norte, que ha traído inviernos cada vez menos fríos, guerreros cada vez menos fieros, le rezan para que el tiempo dé la vuelta y Ola pueda volver a su pueblo natal a luchar con aceite hirviendo y flechas de fuego.

Sólo Sif sabe que la bisabuela Ola esconde desde hace años bajo su falda una punta de flecha de plata que su madre le hizo guardar antes del saqueo que la hizo huir. Fúndela cuando sea preciso y al caer en gotas formará las runas que te dirán qué has de hacer para convertirte en la valkiria que has de ser, pequeña Ola, y huye hacia el este, siempre hacia el este. Y recuerda allá donde vayas que no somos hijas de la sucia y sumisa Frigg. Pero nunca se atrevió a fundirla porque las huellas hacia el este de sus antepasados ya habían sido borradas por nieve y hierba del sur, y nunca conoció guerrero alguno que mereciera el valhalla. Guardó esperanzas mientras su piel se arrugaba y ajaba, pero supo que había perdido la guerra por desgaste y sin batallas del olvido y el tiempo, cuando los cristianos llenaron su tierra de adopción de la mediocridad que siempre merecieron sus nativos.

Pronto el invierno se la llevaría aunque nadie regara su pelo con agua mientras dormía para que el frío le royera los huesos como hizo ella con sus maridos, y ese día la pequeña Sif se quedaría la punta de flecha de plata, para fundirla y leer sobre la tierra el que debió ser su camino.

Sólo el mismo Odín, si sigue ahí, sabrá guiarla a un tiempo de guerras salvajes donde la valkiria que ambas escondieron pueda surgir de entre sus cenizas.



Para NEME

lunes, 10 de noviembre de 2008

Inciso terapéutico

Por todas aquellas veces que él había olido a bacalao, el niño sinnombre esta vez podría salir recubierto de escamas. Y cuando la tía Araceli desparramara en la cocina sus enseres y le sacara al crío de las entrañas podrían dejarlo colgando del techo, como una bola de discoteca, balanceándose con la corriente de la tarde.
A las malas se le escaparía a la tía Araceli como se le escapó el niño Juan, y mírale ahora, con su gorra de la selección, saltando entre las piedras de la orilla, pena que en los embalses nunca se ahogue nadie, ni se pueda uno morir a los nueve años de estar gordo por sólo comer mortadela.
Pena que el padre no se muera de pena de tener un hijo hecho de chopped con gorra de la selección y otro en camino, pasto de la tía Araceli para que encima no venga con escamas; pena que este embalse no sea otro sitio, pena que no sea el mar negro y ella no sea la técnico de limpieza de espada de un húsar. Está claro que si a cualquier húsar le pasa una un tarro de miel, éste le retorcerá la cabeza hasta abrirle la garganta al cielo y se lo volcará para que piense que se ahoga, se ahoga sin remedio, y que sienta al resbalar lenta la miel que cuando se desplome en el suelo le entrará una marabunta de hormigas en los pulmones, mientras el húsar se va paseando, pensando en cómo abrillantarse las botas.
Mira al marido roncando el calor de la tarde en el embalse infecto, sólo se despertará si ella intenta acerarse a apurar el último trago de cerveza que ha dejado, ella en cambio puede comerse la miel, de lo más adecuada en las primeras semanas, y si no mira lo buen mozo que ha salido el niño Juan; y si fuera yo un húsar, piensa, y si le atascara yo a él los pulmones, y si tiñera yo el embalse de negro, llenándolo de sus tripas y de todo lo que sobra de las mías.

viernes, 31 de octubre de 2008

Madrid, hoy, rojo, una enorme y moderna mesa de operaciones en un quirófano perfectamente equipado

Nunca se acuerda de que María está preciosa con el gorro y la mascarilla, siempre que pasan por el antequirófano lo piensa y sabe que lo piensa siempre pero no vuelve a ocurrírsele hasta la siguiente vez. Se ha atado mal la suya, piensa en tirarla y coger otra, pero aunque sea de papel le irrita el gasto estúpido, se la ajusta, suplica a las luces cegadoras que no la dejen lavarse justo hoy, que se le cuela la respiración bajo la barbilla. Se huele el aliento y sofoca la ráfaga de vergüenza que le cruza tras la frente. De celadora está la obesa mórbida, que además de oler mal no sabe colocar las piezas de la mesa para subir las piernas de la paciente. La paciente es extranjera, tan arrugada que parece una pasa, un enanito desnudo y raquítico, cubierto por la manta hinchable. Recapitulando, la anestesista gilipollas, el cirujano que se quiere follar a María, por lo que probablemente se lavará ella, la residente sin sangre pero simpática, la enfermera que antes era hija de puta y ahora las llama por su nombre aunque nadie se lo crea. Están durmiendo a la enanita arrugada, la zorra de la anestesista no es capaz de ser amable ni aquí, María se le acerca al oído, si nos echa otra vez hoy pagas tú el café; Marta resopla una risa sardónica bajo la mascarilla suelta y van viendo como colocan el campo sobre la paciente. La enfermera que antes era hija de puta y ahora las llama por su nombre aunque nadie se lo crea va a estar de circulante, del antequirófano sale con las manos empapadas y en altola estudiante de enfermería, despliega la gasa esteril y empieza a secarse mientras el cirujano y la residente hablan de quién se lió con quién en el congreso de Washington. María habla con la residente sosa, Marta traga saliva y observa embelesada, como si no lo hubiera visto un millar de veces, a la estudiante desplegar la bata estéril sin contaminarla, ponérsela, enfundarse ella sola los guantes, atarse la bata, pide que le ajusten la mascarilla, la enfermera que antes era hija de puta y ahora las llama por su nombre le recoloca el gorro; lo lleva desechable, no le pega, seguro que tiene alguno propio, de tela, que seguro que no es de farmacéutica. María le da un codazo a Marta que está volviendo a hablar sola y le dice que babee menos mirándola que es la típica estudiante de enfermería macarrilla, con varios piercings pero la voz de flauta como todas, que dice pis en vez de orina, y lleva un paquetito de galletas en el bolsillo del pijama. Se acercan al campo pero el cirujano las recoloca rápido en segunda línea, ya han aparecido él y la residente, les ponen las batas, les ponen los guantes, hacen muecas para recolocarse las mascarillas. La operación comienza y Marta espabila con el codo de María de nuevo, con los pitidos y la campana del monitor ha cerrado los ojos y se ha adormecido. Se concentra en la estudiante de enfermería otra vez, la enfermera que antes era hija de puta y ahora las llama por su nombre pasea por detrás y apenas la corrige, debió ser muy hija de puta con ella al principio. La estudiante de enfermería no las ha mirado en todo el tiempo que llevan allí, es como si fueran transparentes, como para la zorra de la anestesista, pero Marta observa muy fijo a la estudiante, por qué si es estudiante ni siquiera las ha visto a ellas, también estudiantes y ahí apartadas, sin siquiera lavarse, haciendo equilibrios sobre las puntas de los zuecos para ver el fondo del campo. El cirujano que se quiere follar a María despotrica con la nueva genialidad del gerente-decidido-a-acabar-con-el-hospital, cambiar los pijamas y los campos y ponerlos de color carne, que es más moderno y da mejor imagen. La residente sonríe bobalicona sin saber de qué habla y el cirujano tiene un, probablemente irrepetible, arrebato docente, se vuelve hacia María y le pregunta sabéis por qué la ropa de quirófano tiene que ser verde o azul, ¿no? María lo ha oído mil veces pero nunca se acuerda, porque María no se acuerda de ninguna de las chorradas que le cuenta Marta, y Marta piensa si tragar la saliva encallada en la garganta que le ha dejado la estudiante de enfermería metida a instrumentista, piensa en si dejar de mirar lo blanco que es su cuello y como los pómulos le asoman sobre la mascarilla, está a punto de tragar y contar otra vez que los conos de la retina se saturan y dejan de ver el rojo salvo que descansen en azul o verde, y que en una cirugía es importante poder ver siempre el más mínimo rastro de sangre, y que con pijamas, batas y campos de otros colores el ojo se cansa y deja de verlo; pero sabe que si lo dice le temblará la voz, o lo dirá muy bajo, y entonces la estudiante de enfermería metida a instrumentista le echará un vistazo y la lanzará al olvido antes de salir del quirófano. No traga saliva, la luz hiriente sigue sujetándole la frente y el cirujano idiota le cuenta a María la milonga mientras esta se hace de nuevas.
No dan las diez aún, y la están matando los riñones. Suplica a las luces cegadoras que la escoliosis de María la haga estar de acuerdo con inventarse una clase a las doce y bajar a la cafetería...



para magüu

viernes, 3 de octubre de 2008

Inciso (con(t·f)usa).

De mis dos hijas la mediana se llama Disentería, es por eso que en los pueblos la miran con terror. Su madre se llamaba Hernia, murió hacia los 9 años, aquejada de espondilitis viridificante, a puntito de hacer clack como un cristal, porque se le estaban convirtiendo las vértebras en esmeraldas. Lo cierto es que fue complejo evitar el saqueo de la tumba, de modo que acabamos trasladándola a la sala de estar, la leñera era un constante ir y venir de desenterradores aficionados.
La cuestión es que Disentería debió ser concebida por algún necrófilo que le cogió gusto a los ojos de Hernia, y es que ni en los libros más antiguos se entiende qué le hacen los jugos de embalsamar a las células, así que algo agarró ahí, donde su ojo, y empezó a crecer; los gatos no dejaban de chillar mientras se le iba resquebrajando el cráneo para dejar sitio, que yo no entiendo por qué sonó tanto tiempo, que tampoco hay tanto caráneo para hacer añicos, digo yo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Playa de Binigaus, septiembre de 2020, verde, guitarra

Caléndula y Sálica juegan en la arena y cloquean cada vez que encuentran un bicho escurriéndoseles entre los dedos. Caléndula se yergue todo lo que puede y apoyada sólo en las rodillas se enfrenta al viento como un mascarón de proa, de espaldas al mar. Los ojos se le extravían por las matas y entre las ráfagas asoma esa expresión desquiciada que hiela a todos los que las miran. Sálica ha dejado de revolver la arena y tira de la mano de Caléndula hasta llegar a los pies de Isabel, que agarra un poco más fuerte la guitarra, y se vuelve a sentir algo de sobra, con su ropa de colores dulces, sus bocadillos en papel albal, su colorete, sus mechas; todo tan descombinado con las dos criaturas atemporales que la miran fijo.

- ¿y por qué el verde es bonito en los ojos y no en los dientes?
- ¿y por qué tú quieres verde en los ojos pero no en los dientes?

Héctor hace como que duerme, como siempre que Isabel se siente de sobra en una escena de la que no tiene el guión; hace tiempo que se le casca la sonrisa cuando trata de recibir con entusiasmo los fogonazos del bestiario imaginario de las niñas.
- Nosotras de mayores vamos a tener los dientes verdes, y la piel llena de polvo.
- Y nosotras de mayores vamos a tener el pelo enredado y con bichos y va a ser como esta playa
- Pero no va a entrar nadie en nuestro pelo que no tenga los dientes verdes y con gusanos.

Hace tiempo ya que no tiene sentido enseñarles canciones, ni recordar juegos de antes, y que es mejor no acordarse de que no era eso lo que imaginaba que sería tener a sus dos niñas. Le sostienen la mirada con ese aire desquiciado, e Isabel recorre el verde de las matas con sus ojos, en busca de un mísero rastro de entrada a ese reino que no es de este mundo.

Caléndula y Sálica vuelven a la orilla y miran en silencio al horizonte, señalando una dirección en la que Isabel no alcanza a ver nada. Héctor sin abrir los ojos masculla la letanía de siempre,
- si se hubieran llamado Gloria y Pilar, jugarían con muñecas.



para Aglae

domingo, 7 de septiembre de 2008

castilla, 1932, blanco, un saco

El viento ulula fuera, como siempre y no sabe tan arrullador como otras veces. Sabe que si se levanta del camastro y mira entre las rendijas verá la calle a oscuras; empiezan a cantar los gallos. Se queda tumbado sin moverse, con los ojos abiertos para no dormirse. La imagen del sueño le escalofría. Ha visto un hombre que es él, renqueando con un saco al hombro. El saco está lleno, y de uno de los bordes mal cerrados cae polvo blanco. Polvo de muertos.


Damián se gira buscando a su mujer, que duerme casi tiritando bajo la manta. Enero ha venido frío, tan frío como se recuerdan pocos. La casa entera cruje pero esta noche eso no adormece a Damián. Los gallos cantan, la oscuridad de la calle se va destiñendo. Pero aún hay tiempo para dormirse una vez más y que la imagen vuelva. Un hombre que es él, avanzando por un camino solitario y frío. Y un saco al hombro, de cuyo borde mal cerrado cae polvo blanco. Polvo de muertos.


El patrón lo dijo ayer, les enseñó el periódico. Ahí pone que vamos a empezar a quemar a nuestros muertos, lo han dicho el señor presidente y los jueces en una señora ley, decía.
Hace frío y Sagrario está dormida, tan dormida que parece muerta. Damián se agarrota entre un sueño aterrador y una vigilia de imágenes tenebrosas. Su pensamiento se empapa de sueño otra vez, y vuelve a verse en ese desierto camino, a las afueras de cualquier lugar. Es él quien camina algo más adelante, cargando un saco lleno de polvo blanco, que se cae por el borde mal cerrado. Polvo de muertos.


Los muertos se vuelven polvo en sus tumbas, decía el Gerardo ayer. Es sólo hacerlo más rápido. En la duermevela Damián se estremece acogotado. Pudo cargar el ataúd de su padre muerto sin temblarle el pulso. Pero no consigue pensar sin congelarse en cargar y derramar su polvo. Polvo de muerto.



para the white trash caravan

sábado, 6 de septiembre de 2008

tokyo, 1954, godzilla, el color que se le queda al cielo cuando ha caído una bomba atómica

Nada me gusta más que hacerla gemir. A ella le gusta ir despacio y a mí ir deprisa, no puedo evitar el querer arrancarle la ropa con los dientes, querer arrancarle la piel con los dientes, querer removerle los dientes en la boca, quiero deshacerla y dibujarla entera otra vez. Adoro el olor que desprende cuando la toco, y es una tortura adaptarme a su ritmo, que contenga mis manos, que cierre las piernas mientras me besa despacio, en ese instante me vuelve loca y la odio con todas mis fuerzas. Cuando nos revolcamos se le encrespa el pelo y parece un halo en el que se le difumina la cara. Tiene la piel de nieve y sabe igual de fría, quiero calentarla, desnudarla, quisiera tentáculos para poder abarcar más piel suya, para entrarle dentro y revolverle las entrañas, quiero que al lamer sus pechos sus pulmones se estremezcan, quiero hacer castillos de arena con sus costillas, quiero que sus vértebras se arrollen en mi cintura, quiero sentirla arquearse, gritar, ¡convulsionar! de todo lo que siente cuando toco donde anhela.
Consigo empezar a desvestirla, me exaspera que su ropa se arrolle y enganche, ella se ríe al verme desesperar. Siempre viste con cintas que tengo que desatar, lazadas que tengo que deshacer, con broches que tengo que abrir, me tortura y siempre me siento mal si comienzo a desvestirme yo antes que ella. Además me gusta sentarla desnuda en mi regazo, al borde de la cama, izarla, dejar que su peso bascule sobre mí, tendernos en la cama y ahí sí, es el único momento en que quiero ir despacio, al recorrerla con los dedos hasta que escalofría; siempre guarda silencio y cierra los ojos con fuerza, cuando la vuelco sobre el colchón abre los ojos y sus ojos tienen el color del cielo cuando ha caído una bomba atómica. Me desvisto en dos zarpazos, y me tiendo sobre ella. Bajo mi cuerpo se da la vuelta y mi boca recorre su espalda, es tan de cristal que le echo vaho, no me atrevo a tocarla con la lengua, quisiera ser sólo aire húmedo que la levantara, quisiera que estuviéramos bajo el agua y toda yo fuera burbujas que estallan al contacto con su piel mientras ella flota y su cuerpo entero se concentra entre sus piernas. Me arrodillo al pie de la cama, sus piernas estiradas apenas sobresalen, tiro de ellas, acercándola a mí.
Es silenciosa, agónicamente silenciosa, y a mí nada me gusta más que hacerla sollozar complacida, y rabiosa porque no la dejo estremecerse en silencio. Sujeto sus rodillas en el aire y las separo, respira fuerte, sabe lo que voy a hacer. Se pega tanto al colchón que apenas veo su espalda, su cabeza está oculta bajo el pelo, lucha en contra de sí misma para no hacerse sentir. De rodillas en el suelo inclino la cabeza hasta alcanzar una de sus corvas, de nuevo la caliento sin querer que mi lengua la moje y rompa la tensión de su piel empañada, siento mis labios insultantemente secos, los muerdo y sin dejar de exhalar mi aliento asciendo por su muslo mientras consuelo al otro hundiendo el dedo entre los músculos que tiemblan, se tensan; sabe lo que se acerca, y sabe que va a gritar. Estira las piernas y las apoya en el suelo mientras sujeto sus caderas, me suelto el pelo y lo hago caer sobre su espalda, resbala hacia los lados, oculta mi cabeza sobre sus nalgas. La siento arquearse, sé que mira hacia mí y no puede verme. Exhalo aire caliente una vez más y sus tensos músculos se rinden, su piel resbaladiza no opone resistencia, separo su carne fresca y hundo la lengua que me abrasa mientras ella sofoca un chillido que le brota desde abajo, muy abajo.

- Enciéndemelo, se ha apagado.
- Tienes tú las cerillas.
- ¿vamos a ir al cine, entonces?
- No sé, ¿tienes ganas?
- Sí, ponen esa peli del monstruo de la que habla todo el mundo.
- Ya, sí, pero la estrenan hoy, estará lleno.
- No, no, la estrenaron ayer, creo que tendremos sitio.
- No sé, como quieras.
- ¿no te apetece?
- Sí, sí, cuando te acabes el cigarrillo nos vestimos.




para malcom

Frisco, 1995, gris, bicicletas.

Su vida entera es como de piedra. Si pasa a la historia será como un hueco hollado en un escalón, a fuerza de subir tanto por la escalera. Parece raro que un pie descalzo pueda marcar un escalón de piedra, pero lo hace, el profesor se lo enseñó en las diapositivas de Francia. Vlad es igual. Parece que no está, y nadie fuera del barrio le conoce, pero ha dejado arañazos en la realidad, arañazos que nadie ve pero están. Liz lo sabe, Vlad tiene algo mágico.

Vlad tiene por lo menos doce, o trece años, es difícil de decir. Y está hecho de piedras, que cambian. Sus piernas son un adoquinado cualquiera, duro, resquebrajado, por el que el agua hace surcos, pero no cala. Su cabeza está llena de grava, y al moverla hace un ruido que sólo entiende él: su pensamiento suena parecido al lecho de un río. Seguro que sí. Sus manos parecen las fauces de un león de piedra, de un león pequeño. Pretenden ser duras y lo son, pero no como él cree. Seguro que no.

Liz mira por la cristalera de la cocina. A través del cristal mugriento ve a Vlad dar vueltas a la manzana sobre el asfalto, con una bicicleta más grande que él, que chirría y parece a punto de desvencijarse, como todo Vlad. El cielo amenaza lluvia, y Liz sabe que Theresa no saldrá a saltar a la comba con ella si el cielo amenaza lluvia. Y si no sale, hoy tampoco saludará a Vlad. Y a este paso Vlad nunca va a contestarla.
El tazón de Liz no quiere acabarse, y se entretiene desmigajando los cereales mientras espera a que Vlad pase otra vez. Cuando cruza delante de su ventana Liz imagina que alarga la mano, mucho, volviéndose fina, muy fina, y agarra los radios de sus ruedas y los retuerce, mientras Vlad pedalea, flotando en el aire. Y no llueve, y no necesita que Theresa la acompañe con su maldita radio, y habla con Vlad y Vlad la mira fijamente, y no aparta la cara cuando le toca hablar.

Vlad tiene el pelo pajizo, y es tan delgado que sus brazos parecen varillas de hormigón haciéndose. Viste un chándal viejo, de sábado por la mañana, y su piel parece cubierta de una capa fina, muy fina, de polvo de cemento. Liz a veces siente que si se acercara a Vlad y respirara fuerte, Vlad se desharía en un polvo gris que le entraría por la nariz y le forraría la garganta, y podría llevar siempre a Vlad consigo. Le sentiría al respirar, y no tendría que contárselo a nadie. Ella sentiría la grava de sus pensamientos rodando y repicando dentro de sus costillas, sería como llevar dentro el mar. Quizá carraspearía alguna vez, cuando el pelo descolorido le taponara la boca, pero nadie se enteraría, y ella podría cerrar los ojos y taparse los oídos y sentirle rodando dentro.

Liz canturrea mientras lucha contra la inacabable leche, musita en voz baja sus pensamientos, mientras Theresa inunda la cocina, con su cuerpo enorme y su voz altísima, pero Liz sigue ensimismada. La cara de Vlad es tan rara como Vlad. Dicen Theresa y su madre que de pequeño era un niño guapísimo, con la mirada perdida, y la cara perfectamente simétrica. Liz ha mirado la suya mil veces en el espejo del cuarto, buscando si también es simétrica o no, pero no lo ve si no hace muecas, y no cree que su madre y Theresa hayan visto nunca a Vlad hacer muecas.

Nunca ha oído la voz de Vlad, aunque Theresa dice que una vez le oyó gritando y tenía una voz metálica, como hueca. Tiene voz de chimenea de piedra, pensó Liz, pero no se lo dijo a Theresa porque Theresa no lo entendería, Theresa piensa que Vlad es tonto porque nunca habla y nunca mira a nadie, pero la tonta es Theresa, porque no sabe que Vlad es todo piedra y polvo y adoquines, y lluvia, y mar. Vlad tiene algo mágico, y Liz lo sabe.




para JohnnyChains

Ouagadougou (Burkina Faso), 2112, Naranja fosforito, Cabeza de jabalí.

-¿colecciona, sabes? Libros, que debemos tener unos doscientos, y objetos de escritura antigua. Tiene una pluma larguísima, con un tintero de cristal. Tiene un papiro enrollado, que en teoría es egipcio de verdad, del Egipto antiguo, flipa. Tiene una máquina de escribir de mediados del siglo XX, que hace un ruido infame. Esa es su favorita
- ¿y donde lo guarda?
- eso es lo mejor de todo. Como el papel se estropea con la humedad de los aires acondicionados, hay que guardarlo en compartimentos herméticos, porque si no pueden salir hasta insectos.
- ¿insectos en el papel? ¿¿los insectos comen papel??
- sí, si te interesa el tema pregúntale a ella, puede hablar durante horas de libros, de papel, de bibliotecas antiguas… eso sí, puedes acabar odiando todo lo relacionado con eso. O chiflándote como ella. Dice que quiere ir a la única universidad, europea, como todo lo bonito pero inútil, que tiene un curso sobre tipografías antiguas.
- pero ¿no son iguales que las electrónicas?.
- que va, qué dices. Ni el diseñador más loco se inventa eso. Me ha enseñado algunas de la edad media en .ptv que flipas.
- ¿es eso que copiaban los monjes, no?
- sí, ese rollo. Yo creo que Kafú sería Feliz si viviera en un monasterio medieval en yoquesé, Alemania. Toda la vida rodeada de papeles y copiando con pluma.
- bueno tío, leer es bueno.
- pero eso es lo mejor, joder, que no lee, yo le bajo libros de la biblioshare municipal y no se los lee, tiene que tocarlos, tiene que estar impreso. Si no, no le gusta. Se agobia, dice.
- joder, pues se debe dejar una pasta
- ya te digo, como vicio es bien caro. Todos hay que importarlos de Europa central, que es el único sitio donde se autoabastecen de celulosa para seguir imprimiendo libros. Encima antiguamente había imprentas pero ahora como son ediciones para coleccionista los hacen uno a uno, con lo que son más caros aún. Encima los mandan en paquetes superherméticos en los que va protegidísimo el libro, y para que el servicio de compras y transporte los reconozca como frágiles van en un estuche de poliespán naranja fosforito, espantosos, de verdad, duelen a los ojos, y tenemos la casa llena, porque le da pena tirarlos.
- jajajaa, con la tontería tú estás hecho un experto
- ya, cuando digo que conocí a Kafú en la facultad de teleco la gente se descojona, parece que vivió hace tres siglos, o algo. Con decirte que en casa tenemos teléfono con pantalla táctil todavía…
- joder, ¿pero queda alguno?
- sí, pero catalogados como antigüedad, por lo que te clavan unos impuestos que flipas. Ya ves la gracia de la niña, podría darle por coleccionar tarjetas de sonido, pero no, hale, papel.
- joder, ¿y Kafú no está en ninguna sociedad de anticuarios, o algo?
- estuvo mucho tiempo, de hecho organizó un par de congresos panafricanos de arte antiguo, sólo por ver qué colecciones de libros traían, pero acabó harta de figuritas de porcelana, cabezas de jabalí y ese tipo de mierdas. Ahora los anticuarios la llaman a ella cuando quieren ver si traen alguna colección de algún sitio, con la tontería y sin estudiarlo oficialmente se ha convertido en una experta. Cada dos por tres hay conferencia en el salón con algún país de a tomar por culo.
- joder, pues vaya. ¿y no va a congresos ya?
- sí, de vez en cuando, como no es profesional tiene que ahorrar pasta para ir. Hace poco estuvo en casa una amiga suya que conoció en un congreso, Thiothixene, togolesa, que es igual que ella pero con las ilustraciones. Mira que no hay programas para pintar lo que te salga de los huevos, pues nada, esta tía tiene que pintar a mano. Flipas. Son amiguísimas, claro.
- joder, ¿y cómo consigue el material?
- pues pasándolas aún más putas que Kafú, la tía usa unas movidas que se llaman acuarelas, que sólo las hacen en Centroeuropa y en algunos sitios de Asia. El tema es que antes había en todas partes, pero tanto aquí, como en América como en Australia se sustituyeron las fábricas papeleras con la ley de protección climática después de la Inundación, y a tomar por culo todo lo que tenía que ver, y claro, los libros quieras que no se seguían usando, pero las pinturitas…
- joder, es que vaya frikada. Es como si tu mayor pasión es coleccionar dientes de hombres prehistóricos. Pues lo llevas jodido.
- ya ves. La thiothixene esta quería usar una movida que se llama óleos, que era como pintura grasosa, ¿la de los cuadros antiguos? Pues eso, pero es materialmente imposible de conseguir desde hace 30 años. La movida es que había mercado negro, y pagando pastizales se podían encontrar algunos del siglo pasado, antes de la ley, pero claro, con el tiempo se han ido secando, y aunque queden algunos ya no se pueden usar, porque se han desnaturalizado.
- joder qué putada, ¿no?
- pues no te creas, esta tía dice que le jode, pero que casi ha sido mejor porque ese tipo de arte se había convertido en algo muy muy turbio, y había que meterse en historias muy chungas para conseguir material… Kafú dice que teme que ella llegue a ver el momento en que comience a pasar eso con el papel.
- joder, vaya historias. Coño, esto ha cargado ya, vámonos.



para wtbe

LA HABANA, HACE UN TIEMPO, MUY NEGRA, UN BOTE DE POPER...

- No se preocupe Emerenciana, vamos a ayudarla.
Hay que joderse. En el mismo día te enteras de que te han concedido la rotación libre en la Habana y a finales de año te irás para pasar seis meses allí, como llevas toda la residencia peleando; y te toca un puro en la urgencia, como si fueras un R1. Esto no se le hace a un R4, joder.
- a ver Emerenciana, póngase de lado y relájese, que no le va a doler nada.
Ni puñetero caso. Si es que debe tener doscientos años, lo menos, y tiene tantas enfermedades que parece el señor Burns, ¿cómo pretenden que la mujer se acuerde de ir al baño?
El enfermero acerca el bote de vaselina.
- ¿no quieres hacerlo tú? Viene bien coger práctica
- Jajajaa, no cuela tío, toda tuya
Separa las flácidas nalgas y pringa de vaselina el ano.
- Tranquila Emerenciana, que va a notar algo frío.
La buena señora se revuelve y gimotea, el enfermero la sujeta de lado.
El dedo entra más o menos limpiamente y toca el fecaloma, es grande y está hondo, va a costar sacarlo. Mira al enfermero que le sonríe comprensivo.
Pelea hasta que empieza a darle calambres en el dedo, Emerenciana se acostumbra y se adormila, el enfermero suspira hastiado. De la próxima me traigo un bote de poper y me da igual lo que piensen los que lo vean, en este rato podría haber dado tres altas y estaria durmiendo en vez de con el dedo hundido en el culo de una vieja.

El fecaloma empieza asomar, negro profundo, y sale de golpe, haciendo un ruido extraño, Emerenciana se despierta y llora.
El auxiliar le coloca un pañal.
Se quita los guantes, y aunque tenga las manos limpias se las lava con el triple de esterilizante.
Hay cosas a las que no te acostumbras.



para cigarro puro

Cercanías del primer planeta extrasolar habitable por el ser humano, Año 5001, Verde, Mapa celeste del Universo conocido

- La cuestión es que hay siete capítulos más, llamados capítulos apócrifos, en los que el crustáceo se hace con el control del universo conocido y de parte del universo paralelo.
- ¿Y los hicieron los ubuntuitas?
- Esa es la cuestión. Se cree que sí, ya que en su momento eran la civilización más avanzada, además la primera civilización deslocalizada y asociada a un lenguaje de programación.
- Pero yo he oído que los ubuntuitas eran africanos.
- No, es que había unos africanos que hacían algo llamado ubuntu, pero no tiene nada que ver, simplemente los ubuntuitas cogieron el nombre.
-¿Y en esos capítulos apócrifos se desvelan las intrigas geopolíticas de la época? Tengo entendido que la cíclope de pelo morado es una representación en clave de los planes de los aliados en la segunda guerra mundial, utilizados para despistar al enemigo, que al despreciar a los cíclopes no prestaba atención al personaje.
- Eso no lo tengo demasiado claro, a mí me suena que futurama es algo posterior a la segunda guerra mundial, pero claro, es lo típico, según la base de datos que mires te dice una cosa u otra.
- Y como que no dan muchas ganas de indagar, después de la última ofensiva militar durante la discusión de un artículo de polémica nivel medio en la wikipedia 3.0, como para ponerse a discutir.
- Perdona, viene el jefe, ahora seguimos.

- Srta Europa, ¿se puede saber qué está haciendo? Ha habido cinco segundos sin comunicación alguna con la Hermelios VI
- Disculpe señor, enseguida se ha recuperado el contacto
- No estaría utilizando el sistema operativo de navegación para fines lúdicos, ¿no?
- N-no, claro que no, estaba consultando una duda a un cartografista especialista en sombras estelares, de verdad, puede preguntarle al profesor Inclitum, tenemos dudas con la superficie atmosférica de Estigia, no parece esférica.
- No quiero ni una sola estupidez más, o pasará sus próximos seis meses de servicio en la estación de la Antártida. Sin tonterías.
- Sí, señor.

Vaya pillada, suspira Europa. Una no se ha hecho experta en historia audiovisual antigua en sus ratos libres para nada. Con lo que cuesta follar en estos tiempos.
- La tierra llamando a Hermelios, ¿algún problema?
(pausa)
- No, perdona Europa, una cucaracha se escapó del vivero y hemos ido a ver si la cazábamos. Por lo demás sin incidencias.
Una cucaracha, tu puta madre, gruñe a transmisor cerrado.

- ¿Sigues ahí? (no jodas, piensa, hablar de los ubuntuitas nunca falla)
- Hola, perdona, estaba en el baño.
Gracias por los detalles, piensa.
- Tienes el escaneo apagado, sólo me llega texto, es raro.
- Estoy en el trabajo, puedo puentear el sistema de seguridad con texto utilizando un programa antiguo, pero la imagen no.
- No jodas tía, no será un programa ubuntuita, ¿¿no??
- Creo que es incluso anterior a los ubuntuitas. Durante un par de siglos hizo furor en los adolescentes. Ahora sirve para escaquearse del trabajo.
- Jajaja. ¿qué llevas puesto?
- ¿cómo?
- Sí, bueno, no te molesta que te lo pregunte, no? ¡es que no estoy acostumbrado a “leer” a la gente!
- Pues, el uniforme de la compañía, una especie de blusón verde con pantalón líquido.
- Odio los pantalones líquidos. Prefiero ir al baño como toda la vida.
Más detalles innecesarios.
- Hermelios llamando a tierra, ¿pasa algo si echamos insecticida debajo del cuadro de mandos?
- Oye, tengo que dejarte. ¿hablamos luego?
- Claro



para BossHog

7587 D.C.

Una estrella oculta de la Constelación de Ptolomeo
7587 D.C.
Una especie de cobalto oscuro con una longitud de onda no perceptible por la visión humana
Moldeador-Anulador de voluntad



- claaro, nada, ningún problema, yo me pongo a triangular a mano, si te parece bien, o mejor aún, saco la cabeza fuera y calculo a ojo por dónde hay que tirar. Muy lógico todo. Bienvenidos a la era neardenthal.

- Se dice neanderthal, gilipollas.

- Sí, porque tú lo digas, payasa.

El fisiobarniz de Tor está empezando a desconcharse, en el momento perfecto. Cortos de gluones y en hora punta, o pasa rozándoles otro transportador o van a quedarse con el navegador jodido varias horas. Y contactar con tierra ahora mismo debe ser materialmente imposible, las rebajas son las rebajas; no todos los días se accede a la universidad aristotélicohawkingiana aprobando sólo dos exámenes, y la mitad de los ptolomeicos se dirigen a probar suerte. Ptolometontos, piensa Tor.

- me cago en los nuevos planes de estudio, Sila, me cago en ellos. Yo tuve que hacer cosas bastante más complicadas para graduarme, y tú también.

- y ninguna comparada con aguantarte, deshecho lipídico.

- ¿qué coño te pasa, tienes la regla?

- La regla de higgins que te voy a meter por el culo, imbécil. Tengo el fisiobarniz hecho grumos, y me da que más allá no debe hacer precisamente calor. A ver qué coño hacemos si nos quedamos aquí atascados, y tú dispuesto a contarme por n^gúgol como brillantemente pasaste el test del espectrofotómetro analógico casero, que sí, que eres el más listo.

- También te dije que ese era el azul que deben tener tus ojos aunque no sea visible, ¿sabes? Podías acordarte de eso en vez de venirme con basura.

- Mira Tor, no me jodas, si tienes razón, pero igual podemos hablar de esto cuando lleguemos a la estación y buscar una solución ahora, ¿vale?

- No, si te pensarás que voy a sacar la cabeza de verdad a ver si pasa alguien cerca. Esta tía es gilipollas. Seguro que el color no visible de tus ojos es el que tiene la mierda de los gatos, no me digas más.

Sila salta al piso de abajo del transportador, y echa un ojo al indicador de energía. La manía de Tor de atajar por espacio no señalizado y apurar el consumo de gluones al máximo no son buena combinación. A veces se pregunta por qué no utiliza el anulador de voluntad que le regaló su padre. Oculto en el anillo subcutáneo sólo le da problemas al dar puñetazos en el gimnasio y al conducir. Pero no deja de saberle mal. El anulador de voluntad te da la felicidad instantánea, pero a la larga no trae nada bueno. En el fondo le hace ilusión dárselo a alguien sin usar. Alguna solución encontrarán, total, hay mucho listillo como Tor al que le da por atajar camino de la base, y podrán ir a rémora.
Sólo tiene que aguantar a Tor un rato más, y al volver a casa le querrá como siempre.

Ciertamente le da tiempo a girarse y ver a Tor detrás suyo, accionando algo oculto bajo uno de sus anillos subcutáneos.



para Shockabilly